Truchas comunes gigantes

¡Qué sí, que es un montaje! Es el monstruo que mi mente imaginó.
Aunque la percepción de quien pueda leer esta entrada sea que intento hacer una crítica a los que gestionan el coto La Torre, he de decir de antemano que no es así; bien al contrario, lo que trataré de explicar, más en tono irónico y humorístico que serio, es una jornada de pesca condicionada por el nefasto Real Decreto 1628/2011 que regula las, supuestamente, especies invasoras, con el que tuvo a bien agasajarnos la anterior Ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Dª Rosa Aguilar, para así terminar brillantemente una legislatura llena de éxitos y aciertos… como todo el mundo sabe.

¿Y cómo puede condicionar una ley una jornada de pesca, se preguntarán mis sufridos lectores? –otros directamente pensarán que ya estoy con las gilipolleces propias de mi cercana senectud. Pues me explicaré: dada la imposibilidad de repoblar un coto intensivo con truchas arcoíris debido al susodicho y desafortunado “decretazo”, algunos valientes que velan de forma altruista por el mantenimiento de estos lugares, y aquí me estoy refiriendo al tesorero de la Asociación, Don Miguel Visier, han intentado paliar este tremendo desaguisado intentando llevar a cabo acciones tendentes a que los socios del coto y pescadores en general podamos disfrutar de nuestra actividad lúdica preferida, y así, gracias a sus desvelos,  pudo lograr hacer una repoblación legal, no lo olvidemos, con trucha común, y aunque el resultado, como relataré a continuación, no fue el esperado, no por ello debemos dejar de agradecer el esfuerzo llevado a cabo por el Sr. Visier.

Relato de la jornada: desde la Sociedad, durante toda la semana, se me enviaron notificaciones anunciándome la repoblación con 200 truchas comunes el viernes 17, para poder pescar al día siguiente sábado. Después, pidiendo que se me concretara  más, se me aseguró que dentro de los salmónidos repoblados habría abundancia de “reproductores” que en algunos casos podrían alcanzar los cuatro, e incluso más, kilos de peso, con lo que mi desbordante imaginación hizo que me viera luchando con un monstruoso reproductor XXL, e incluso ya me podía imaginar disecando al enorme pez  y así  poder  decorar mis desvalidas, en trofeos de pesca, estanterías. También hay que reconocer que un posterior  aviso, vía email, me decía que, por problemas de diversa índole, me olvidara de los magníficos reproductores, que si eso, hoy no, mañana…que esta vez sólo se repoblaría con individuos de una media de 200 gramos. ¡Bueno, qué le vamos a hacer! Aún así, decidido a darme un homenaje, tanto a lance como con cola de rata, me  aventuré en la misión de divertirme, aunque fueran pequeñas, con las prometidas salmo trutta. ¡Craso error! En el momento de sacar el permiso, el guarda, compungido, me notifica que las truchas –otra vez por otra serie de problemas insondables para mi poco despierta mente- ni siquiera dan la talla legal, lo que nos obligará a devolverlas de nuevo al agua so pena de ser agraciados por una bonita receta, en forma de multa, por parte de la autoridad competente por sacrificar un pez que no da la talla exigida por la legislación de pesca vigente. Así las cosas, y ya que me había hecho desde mi pueblo los preceptivos 75 kilómetros para llegar al lugar, armándome de más paciencia que el Santo Job, aunque he de decir que no es una de las virtudes, si es que alguna poseo,  que adornan mi personalidad, me dispuse, armado con mi caña de lance de 1,80 y cucharillas y artificiales varios, a sacar alguna “minicomún” de las numerosas que poblaban el río Júcar.

Así que, aterido de frío –el termómetro, a las 8 de la mañana, marcaba -11 grados; sí, leéis bien: ¡once  “gradazos” bajo cero!- me puse manos, o más bien guantes, a la obra y fui buscando a los “minisalmónidos” en los lugares más propicios, según mis conocimientos de la pesca de este pez. Pero, nada de nada. Ni una picada. No fui capaz de ver siquiera un pez. Aunque podría ser que la falta de picadas y, por tanto, de capturas, se debieran a mi falta de destreza o pericia para pescar esta “minitrucha-reproductora-común”; pero no, no era por eso, ya que, y debido a la anunciada repoblación, se juntaron los más insignes y reputados pescadores de Cuenca ataviados, como siempre, con los mejores modelos de alta costura de vadeadores, chalecos, sombreros…sin mencionar, por supuesto, las formidables, y de prestigiosísimas marcas: cañas y carretes; pero ellos tampoco fueron capaces de lograr ni tan siquiera una triste picada. Eso sí, hubo algún afortunado que las vio. ¡Qué suerte tienen algunos!

Pero bueno, la mañana, entre dimes y diretes, la fuimos pasando  e, incluso, la mayoría nos lo llegamos a pasar bien: unos haciendo una buena barbacoa, otros bebiéndose unas cervezas o pegándose un lingotazo de orujo, otros fumándose unos “cigarros de la risa” y,  en mi caso, fui invitado a un buen almuerzo a base de forro y un buen vino tinto que hizo que poco a poco se me fueran desentumeciendo  mis castigadas articulaciones.

Así que, en resumidas cuentas, achaco la nefasta jornada de pesca - en orden a capturas-  a la perniciosa ley que se nos ha dejado en herencia quienes tenían poco interés en la pesca y, aún, menos conocimiento de la misma y no, como he apuntado, a los que realizan un esfuerzo digno de agradecimiento para mitigar el perjuicio que nos está causando.

Decía Goya que: “el sueño de la razón produce monstruos”. Pues yo adjunto foto de lo que mis sueños o mi sinrazón, no sé, crearon en mi mente en forma de captura de un monstruo reproductor XXL.

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