Black-bass en Buendía


1,750 kg
Grub, jumbo o mogambo, no sé; pero verde y blanco es.
La mayoría de los pescadores que acuden, algunos días casi en masa, al Pantano de Buendía a pescar depredadores, lo hacen casi exclusivamente para tentar a lucios y luciopercas. Pero se olvidan de un habitante, que aunque no lo parezca por sus periódicas desapariciones, sigue teniendo una población más que estable y respetable; y éste no es otro que el black-bass, tan insigne o más que sus colegas depredadores anteriormente citados. Pero, para pescarlo hay que buscarlo y, lo más difícil, encontrarlo. El año pasado había abundancia de estos centrárquidos en cualquier recula que albergara árboles y vegetación sumergida, pero, y debido a la drástica bajada del nivel del agua, las coberturas preferidas de este pez han desaparecido en su mayoría, lo que hace mucho más difícil su localización, pero os aseguro que siguen estando en el pantano. Adolfo siempre le dedica unos cuantos lances a buscar al bass en las coberturas mencionadas, y es raro el día que, utilizando su sempiterno popper de hélices, no consiga tener alguna picada y sacar alguna buena pieza, como es el caso de este viernes, que una rechoncha perca negra tuvo a bien devorar su popper, perdiendo yo la ocasión de lograr una gran captura al no darme tiempo a lanzar a dos congéneres de parecido tamaño del bass glotón que fue el primero en atacar el señuelo, y que acompañaban a éste en sus cabriolas por intentar zafarse de los molestos anzuelos clavados en su enorme bocaza. Al final lo pudimos subir a la barca dando un peso de 1,750 kg.


Lucio preparado para saltar. Curricán. Artificial gigante
Con respecto a lucios y luciopercas, y pese al día perfecto para su pesca –buena temperatura y casi todo el día nublado-, debo mencionar que no era una actividad desmesurada la que tenían. Algo más activos los lucios, de los cuales conseguimos sacar seis, casi todos al curricán, excepto uno que pude sacar a lance con un mogambo verde-blanco; además, con este mismo señuelo tuve otros dos esócidos clavados que se pudieron desprender del vinilo antes de lograr su captura, pero siempre las picadas se producían al recoger de forma uniforme y rápida, no teniendo picadas cuando se llevaba por el fondo dando los típicos tirones con el objetivo de que el señuelo trabaje dando saltos por el mismo; además, las picadas se produjeron a menos profundidad que en días pasados: sobre los 4 metros. Luciopercas sacamos cuatro. Una al curricán, y tres a lance, dos de las cuales picaron a última hora, ya sin luz natural, ambas con mogambos, grubs o jumbos –como cada cual quiera llamarles- de colores claros y pescando pegado al fondo, tanto recogiendo como a “saltitos”.

 Capturas y pescador: Adolfo: 3 lucios, 2 luciopercas y un bass (1,75 kg.). Yo: 3 lucios y 2 luciopercas.


Las orillas estaban "abarrotás"
Lo peor del día: un desgraciado árbol sumergido –utilizo este adjetivo como insulto, no como mención a la triste vida del vegetal- atrapó con sus fantasmagóricos brazos a modo de tentáculos a mi mejor señuelo para el curricán cuando éste estaba en acto de servicio surcando el agua del pantano en su búsqueda constante de los depredadores. Gran disgusto y pesar por la pérdida de mi magnum Rapala sumergible, color violeta de 11 cm, tanto por los buenos servicios prestados –ayer, concretamente, me sacó tres de los cinco peces-, como por lo difícil de su reposición con ese color, ya que seguramente esté descatalogado, como por la pérdida pecuniaria, que es la más dolorosa. ¡Sniff!

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