1ª Historia de pesca


     13/NOVIEMBRE/2010 
                                                                       
Sábado. Llegamos al Coto La Torre sobre las 7:30. Hay pocas truchas en el río (Júcar) porque sólo se repuebla con truchas de un peso entre uno y dos kilos debido a la abundancia de cormoranes que se comen las truchas pequeñas.
Empieza mal la mañana; en la tabla de arriba no pican. Cambiamos a la zona de abajo de la caseta. Saco una de kilo y poco... bien. Sigo pescando. Pongo un pez artificial. Al segundo lance clavo una buena trucha de cerca de dos kilos. Me saca hilo, lucha en la corriente, la voy dominando, cojo la sacadora, me la acerco y, sorpresa, se me rompe el hilo y la trucha se me escapa. Se oyen en el coto mis mecagüen tal y cual -no digo en qué por si me excomulgan-. Se tuerce la mañana. Pierdo cuatro peces artificiales y varias cucharillas. Me acuerdo de la familia del que me vendió el sedal como, ¡magnífico! -me dijo-, de 5ª generación. Sería de la generación de su tatarabuelo, por lo menos, de lo pasado que estaba. Arrastro mi cabreo por el coto, y éste aumenta al encontrar a Montoya -para el que no lo conozca es el que está a mi diestra con el chándal tan adecuado y poco llamativo para ir a pescar- y me dice que lleva una "gorda", y al poco tiempo, milagrosamente para él debido a lo poco dotado que está para la pesca, le pica una de unos dos kilos que me recordaba amargamente a la trucha que se me acababa de ir, lo que hizo que unos lagrimones corrieran por mis mejillas pensando en lo que pudo ser y no fue. En fin, me soné los mocos y me enjugué las lágrimas y como buen amigo y compañero de pesca ayudé  al inepto, digo... Perdón, al fenómeno de Montoya, a sacar esa magnífica trucha -que pudo haber sido mía, sniff- con la sacadera, a la vez que alababa su destreza -bueno, no me acuerdo bien si era esa la palabra que utilizaba o mencione algo relativo a la suerte.
Así que, posteriormente,  pudimos sacar una cada uno (kileras). Por cierto, cuando me picó la mía, mi colega del pantalón rojo se ofreció amablemente a sacármela -la trucha, no penséis mal- y a mí, sin atreverme a menospreciar tanta generosidad por no herir sus sentimientos, pero con un miedo que no me llegaba el chaleco de pesca al cuello siendo consciente de su innata torpeza, le dije que la sacara, y vi que le daba un "viaje" al bicho y la levantaba medio metro del agua sin llegar a entrar en la red, casi me tienen que llevar de urgencias al Hospital Virgen de la Luz. Menos mal que, al final, la sacó y nos felicitamos  mutuamente, contentos los dos, él por haberla echado, por fin a la red, y yo contento por estar vivo después del susto.
Resumiendo, que más que un comentario estoy escribiendo un serial, que al final siempre se pasa bien y disfrutas de un día de pesca con un colega. Lo único malo fue que él sacó tres y yo dos; pero el próximo día.......Nos vemos en el río.

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