Luciopercas de Buendía

En toda actividad que haya de realizar el ser humano es fundamental, para conseguir llegar al éxito: tener conocimiento sobre la labor que se va a llevar a cabo, una buena preparación y un material adecuado para este menester. Si falta alguna de estas premisas el resultado siempre será mediocre. Y todo esto, cómo no, se aplica al mundo de la pesca. Y así me pasó a mí ayer, día 14, pescando lucios y luciopercas en Buendía.
El día no fue muy pródigo en capturas, habiendo sido capaz de pescar hasta las 21:30 únicamente 4 lucios y 2 luciopercas -aunque hasta hace escasos tres días esta pescata sería excepcional para mí-. Adolfo, como siempre, me llevaba tres piezas de diferencia, aunque éstas las sacó, también finalizando la tarde, al curricán. Yo también fui capaz de sacar un lucio por primera vez en mi vida de pescador con esta modalidad, y lo más sorprendente, con un rapala al que le tengo poca fe. Y aquí empieza a tener sentido la primera aseveración que planteo al inicio de la entrada. ¿Por qué Adolfo sacó tres peces al curricán y yo, ¡y gracias!, sólo uno? Pues, simple y llanamente, en este caso, porque el dispone de buen material para este tipo de pesca, es decir, peces artificiales que profundizan hasta 10 metros, donde se hallan los depredadores, y mis artificiales llegan, siendo extremadamente optimista, hasta los 4 metros, por los que mis posibilidades de éxito decrecen en proporción similar a la profundización de nuestros respectivos señuelos.
Pero todavía queda la confirmación fehaciente de mi teoría. Pasadas las nueve y media de la tarde-noche localizamos -bueno, más bien quien lo localizó fue Adolfo, ya sabéis, en este caso por el conocimiento- un banco de luciopercas en una orilla somera, seguramente hallándose los pércidos en sus anuales labores reproductivas, por lo que se encontraban en tal grado de excitación que atacaban cualquier señuelo que se atreviese a pasar cerca de sus fauces. Y es aquí donde el material adecuado a la situación se mostró determinante en el resultado final. Adolfo puso su pez favorito, cuya marca me reservo (quien la quiera conocer que me lo pregunte vía: comentarios de este blog): un artificial suspendido que profundiza no más allá de 1 metro y empezó a tener picadas incesantemente.
Yo, por mi parte, seguí pescando con mis vinilos, los cuales en todo el día se mostraron tan efectivos como los artificiales en zonas de profundidad, pero en aguas someras, como ésta, donde se producía la vorágine reproductora de las luciopercas, al tener mayor peso, caían rápidamente al fondo, cubriéndose de algas y perdiendo así sus cualidades natatorias y, por tanto, de engaño para el pez. Aún así, pude sacar, cuando mi señuelo no era tragado y trabado por las algas, otras dos sandras. Mientras, Adolfo, cada dos, tres, o incluso en lances sucesivos, tenía picada, sacaba un pez, o se le escapaba otro. En esto, y cumpliéndose a rajatabla la Ley de Murphy, se me hizo un nudo en el carrete -acompañado por un nudo similar en el estómago- de proporciones ciclópeas, lo cual me obligó a cortar casi todo el sedal e intentar poner un señuelo adecuado a las circunstancias que exigía la pesca en ese momento, pero con las prisas, el nerviosismo de ver a mi compañero disfrutar teniendo picadas sin parar, y la poca luz que nos aportaba el ocaso, logré acordarme de un rapala color blanco con cabeza roja que durante muchos años ha adornado mis cajas de señuelos, pero al que he utilizado en contadas ocasiones y, siempre, sin ningún éxito. Así las cosas, y pensando en la pesca de luciopercas, y también por las prisas, obvié la colocación del terminal de fluorocarbono y, casualidades de la vida, para el primer pez que le pica al "cabrón" de señuelo en su dilatada vida de tal, en el primer lance que hago con el mismo hace años, es un lucio que siega el sedal, se lleva el pez, y me quedo sin el único material válido para el momento. Cabreo monumental, negativa a seguir pescando y...otra lucioperca que saca Adolfo. ¡Mecagüen la p...! Otra vez monto rápidamente un vinilo más liviano, primer lance, picada y otro pez. Escasos minutos después, y ante la falta de luz, terminamos la jornada de pesca.
Adolfo con una de tantas.
Resultado: 4 lucios y 5 luciopercas. Adolfo perdió la cuenta, pero sobre los 20. La última hora tendría más de veinte picadas. Oportunidad perdida, por mi parte, de pescata histórica en tan corto lapso de tiempo, por lo que acabé con un "ligero" disgusto. Luego se me pasó, cómo no, viendo tan contento a mi amigo Adolfo.
Así que: conocimiento, preparación y, ¡buen materiaaaal...! ¡Qué pena ser pobre!
Nota: aunque yo dispusiera de buen material, como Adolfo no me llevase con su barca, me indicara dónde lanzar y con qué...tampoco sacaría ningún un pez. Gracias , amigo.

Comentarios

Hardcore ha dicho que…
Gran reportaje, los peces son asi, lo primordial el conocimiento del embalse y luego poner el señuelo en su sitio...la pena de buendia que cada vez esta peor entre el trasvase y los matapeces tiene los dias contados
Josan ha dicho que…
Estoy contigo en todo lo que comentas, compañero. Buendía al igual que Entrepeñas va a acabar siendo un solar, sin peces y sin agua. Una auténtica pena y una calamidad para lo que antaño fueron estos dos embalses.
Un saludo.