Embalse de Vallehermoso. Maratón de pesca. Parte 2ª


SEGUNDO DÍA

Mi idea primigenia, como ya he comentado, era llevar a cabo mi segunda jornada maratoniana de pesca en El Vicario. Pero… ¡“Pa” qué! Conforme está la pesca en Vallehermoso; las predicciones meteorológicas indicando viento de fuerte a moderado en El Vicario; la actividad de los carpines incierta; mis conocimientos y habilidades en la pesca de estos ciprínidos, como poco, dudosos; unido a que tengo que hacer entre ida y vuelta otros 150 kilómetros más, me deciden a prolongar mi estancia en este embalse junto al municipio de La solana y así afrontar con cierta seguridad de éxito mi segunda jornada consecutiva de pesca. ¿Acertada decisión? Nunca lo sabré pero, viendo los resultados, creo que sí.

Gardón "gigantesco". A quien corresponda.
Ciñéndonos a la pesca diré que de inicio, y teniendo en cuenta que sólo disponía de 2 kits, monté uno de ellos para pescar a 11 metros y otro para 5. Además preparé una caña de inglesa para pescar a los mencionados 11 metros por si tenía algún problema, a modo de rotura, con alguno de los kits. Buen inicio de día con mayoría de picadas de carpa, tanto a 11 como a 5 metros, grandes y pequeñas. Los peces gato dieron guerra, como siempre, y algún gardón iba cayendo. De cebo, como el día anterior, era casi siempre maíz para así mitigar en cierto modo las picadas de los gatos, aunque esta batalla está perdida de antemano ante la voracidad de estos pequeños bigotudos.

Carpita común
Lo más destacable del día fue que, ya avanzada la tarde, y más cercanas a la orilla, me empezaron a entrar carpas grandes, aunque eran escasas las capturas, ya que eran tal el ímpetu y violencia en la arrancada de estos ciprínidos que sólo conseguía encadenar una rotura de bajo tras otra. Llegué a montar bajos del 0,20, pero no sé si por la dureza de los elásticos, si por la dificultad de éstos en salir de la caña, o por lo que fuere que mis escasos conocimientos de esta pesca no llegan a discernir, si no rompía el bajo, rompía la línea. Le llegué a coger miedo –paradojas del pescador que busca el trofeo más grande- a que me picara una carpa gorda. Así que, llegado a este extremo, monté una caña de inglesa para pescar con veleta de coup para ver si, con el freno del carrete, podía parar a estos miuras acuáticos. Y así fue, que las picadas se siguieron produciendo, pero esta vez, y gracias a una regulación correcta del carrete, pude ir sacando en las últimas horas de la tarde hasta una decena de cabezudas y alargadas comunes, de las que varias rozaban los tres kilos de peso, habiendo alguna que los superaban. Eso sí, la arrancada de la mayoría de éstas me sacaban en muchas ocasiones más de 20 metros de hilo, para luego, pacientemente, acercarlas a la orilla dócilmente donde, a la vista de la sacadera, recobraban bríos y emprendían de nuevo una furibunda huida que, poco a poco, y a base de freno, conseguía controlar y domeñar a la bestia prendida de mi anzuelo. Disfrute absoluto siendo como soy un enamorado de la pesca con caña de inglesa. Lástima que no pueda aportar un mejor reportaje fotográfico de estas estupendas capturas, ya que, hallándome sólo, e intentando hacerme una foto, tuve la desgracia que mi queridísima cámara digital se abalanzara traidoramente al agua, harta, supongo, de inmortalizar sólo peces, por lo que sólo me quedó el recurso de la cámara del móvil, que no es lo mismo, por lo que la belleza y majestuosidad de estas carpas no se han reflejado con la nitidez que su hermosura merecía. ¡Mala suerte! Menos mal que la tarjeta de memoria se salvó y las fotos del día anterior se pudieron recuperar.

Lástima cámara digital. Esta foto es del móvil.
Embalse "Puerto de Vallehermoso"
También hubo un momento de la tarde que intenté dedicarme en exclusiva a la pesca del gardón, más que nada por aprender técnicas nuevas y por gastar los dos litros de gusano que había comprado pensando en su utilidad como cebo para estos pantanos. Y aunque los gusanos estaban “más tiesos que un ajo” debido a los días soportando el intenso calor, a base de meter bichos a 11 metros los gardones se cebaron, pero…los peces-gato también, por lo que colgué el cebo con la vana esperanza que no subieran a por él estos odiados “felinos”. Pero ni por esas. Hasta prácticamente en la superficie, cuando el cebo iniciaba su descenso, atacaban estos cabroncetes. Eran un par de gardones por tres o cuatros gatos, así que lo dejé y me centré en las carpas, que es una pesca más placentera según mi gusto. Por cierto, también me picó una común de un par de kilos con el cebo colgado, la cual vino hacia mí mansamente, y no dando tanta guerra como sus congéneres. Debería estar tonta o lela: picar arriba y no luchar no son características propias de su especie, pero de todo tiene que haber en la viña, digo...en el pantano del Señor.

Finalizando, y a modo de estadística, sólo apuntar las capturas de este segundo día: 71 carpas (19 grandes); 23 gardones; y 53 peces-gato.

Bajas: dos tramos de la enchufable deteriorados; dos kits con la goma rota; más de una veintena de bajos, los cuales adornan ahora la boca de ciprínidos vallehermosenses;  y la cámara digital en cuidados intensivos –más “pallá” que  “pacá”. ¡Ah! Se me olvidaba. Mis manos con más heridas que un nazareno por los pinchotazos de las aletas de los gatitos. ¡La madre que los parió!

Para el que no se haya dado cuenta...esto no es ningún pez. ¡Es mi perra!
La pongo sólo para hacerla famosa. Y porque es más fotogénica que el amo.

Comentarios