BARBOS EN LA SERENA en un día de eclosión salvaje de hormigas aladas


Sitios donde pescar barbos a mosca

Hay muchos escenarios que se pueden considerar míticos para la pesca del barbo a mosca, como es, y probablemente sea el más conocido, el embalse de Valdecañas, aunque verdaderamente ya no es ni mucho menos lo que fue, tanto porque la abundancia de este ciprínido autóctono ha descendido, como por el hecho cierto de que estos peces están más resabiados, son más recelosos a la hora de tomar nuestras moscas artificiales, están habituados a todo tipo de engaños y se hace mucho más complicado poder burlarlos, han aprendido, en suma, debido a que, lo que antaño era una modalidad de pesca practicada por una minoría de pescadores, se ha convertido en este lugar en una técnica practicada por numerosos mosqueros que han descubierto las enormes posibilidades deportivas del barbo.

Embalse de La Serena

Pero, hay que ser optimistas, porque barbos, gracias al dios de la pesca, sigue habiendo todavía en muchos escenarios, y más concretamente en gran abundancia en La Serena, enorme embalse éste en el que nos podremos encontrar con nuestro bigotudo amigo en cualquiera de sus orillas buscando comida, lo que nos facilitará su pesca a mosca, que es en suma el tema que trataremos en este artículo, ya que la pesca de nuestro autóctono ciprínido con cebo natural o a lance ligero (las otras dos técnicas en las que podremos hacer pescatas memorables en este embalse) será contado en escritos futuros.

Ninfas y moscas secas

La pesca del barbo a mosca en estas aguas se lleva a cabo principalmente con pequeñas ninfas cuando los buscamos comiendo en el fondo cercanos a la orilla o con moscas secas o flotantes (imitación de hormiga alada, escarabajillos, bichos varios) cuando los vemos cebarse en superficie, algo de sobra conocido sobre todo por los pescadores que se dedican a este pez y con esta técnica.

Eclosión salvaje de hormigas

Pero lo que yo quería relatar, más que la forma correcta de pescar a mosca o los señuelos más efectivos, es lo que me pudo acaecer una mañana de Octubre, cálida, nubosa y con apenas aire, en que intentaba sacar algún barbo de las aguas del Embalse de la Serena: Mi pericia y experiencia en la pesca del barbo con mosca es muy limitada y menos mis éxitos en la consecución de capturas, por lo que rogaba casi con desespero, para poder triunfar en esta jornada, que hubiera una eclosión de hormigas aladas, ya que el día anterior así ocurrió, y empezaran a cebarse los barbos en superficie para así lograr clavarlos con mis imitaciones, más o menos logradas, de este insecto. ¡Y ocurrió! ¡Qué eclosión! ¡Qué manera de caer al agua hormigas! Fue tanta la cantidad que las orillas, y no es exageración, blanqueaban, llegándome a afirmar algún pescador que me encontré, originario de estos lares, que tal abundancia de insectos jamás se había dado, así que, lo que esperaba como una bendición se convirtió en un hándicap, ya que había tan innumerable número de “bichos” en el agua que, aunque los peces cebarse se cebaron, había tantos de estos últimos dándose un festín “hormiguil”, y no sólo barbos, sino también carpas y, sobre todo, cientos por no decir miles de bogas, que era imposible centrarse en un pez concreto para presentarle la mosca debido a las continuas subidas, por lo que no me quedó más remedio que lanzar al agua, algo poco, por no decir nada, académico en este tipo de pesca, para intentar engañar a alguno de los incontables peces que saltaban a por comida, teniendo muchos fallos debido a que eran las bogas las que en más cantidad y ansia comían, aunque también tuve la fortuna, ya que esto nada tiene que ver con la habilidad, de clavar dos barbetes pequeñajos, que no representan ni de lejos las ilusiones y esperanzas puestas en esta jornada antes de su inicio, pero que me contentaron al haber conseguido, por lo menos, tener en mis manos uno de los barbos de La Serena —algo es algo y el que no se consuela es porque no quiere.

Vídeo de pesca sicodélico

Así que, y en resumen, no me pude hacer con el barbo de mi vida a mosca, pero vi y disfruté — aunque en muchos momentos más padecí— de una eclosión de hormiga alada calificada por muchos lugareños como histórica, salvaje, y, además, hice un vídeo que, aunque no se ven en él muchas capturas, puede valer como ejemplo didáctico de cómo no se debe manejar una cámara, y que aconsejo encarecidamente ver a quienes se adentren en el campo de la filmación de documentales para que aprendan lo que nunca ha de hacerse. Eso sí, aviso que su visualización puede acarrear mareos, vértigos y algún, aunque leve, soponcio. ¡Cuidado! 





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