Hace pocas
jornadas relataba la atracción casi hipnótica que ejercía la Julito
l sobre las luciopercas. Es un don que tiene, nadie sabe el porqué,
pero el caso es que lo mismo ocurre con la Victoria 1934, pero con el lucio. Es
montarte en ella y enfilar su alta y poderosa popa hacia el interior del
pantano y tener la seguridad que los esócidos atacarán los señuelos que se
lancen desde su amplia cubierta.
El don lo
posee esta barca, qué duda cabe, pero no se puede obviar que también ayuda la
pericia de su capitán, Alejandro, en
el conocimiento de los apostaderos más querenciosos para este pez. Así que,
uniendo estos dos factores es como se consigue llevar a cabo una memorable
jornada de pesca pródiga en capturas de lucios, aunque los basses, objeto
también de nuestra atención, se mostraron esquivos, pudiendo localizar algunos pocos
grandes, pero que mostraban un desprecio supino hacia nuestros señuelos.
Así que no
me canso de agradecer a mi compañero y guía su amabilidad por llevarme en su
majestuosa barca, además de agasajarme con una abundante y sabrosa comida a
base de moje frío, tortilla y costillas
fritas hecha, como siempre, por su santa esposa –ha llegado un punto que estoy
deseando que me invite a una jornada de pesca casi más por el condumio que por
sacar peces, je, je, je...- dejándome a mí sólo el quehacer de lanzar el
artificial para que pique el depredador. Muchas gracias.
Comentarios
Enhorabuena por la jornada y por las viandas.
Saludos
Un saludo, amigo.
Saludos
Saludos colega
Un saludo.